Pequeños mundos

Pequeños mundos

Géraldine Collet (Autora), Sébastien Chebret (Ilustrador). Pequeños mundos. Barcelona: Editorial Juventud, 2018, 32 pp.

Pequeños mundos. Me encanta el plural, todo lo que implica esa pequeña ese final. Ya de entrada, la negación de un único mundo, uno exclusivo de donde puedes quedar fuera si no cumples con los estándares establecidos.

Mundos. Una ese que habla de múltiples, de diversos. Plural que lleva implícito cambio, dinamismo y oportunidad. Porque el mundo se multiplica y se transforma cada vez que lo vivimos, cada vez que lo hacemos nuestro. Se generan nuevos mundos, grandes posibilidades, nuevas oportunidades para triunfar, para aprender, para crecer, para amar,…

Pequeños mundos nos acerca la dicotomía público privado. Muestra esos refugios íntimos de cada cual, esos mágicos lugares donde uno puedo conectar con su ser y jugar, disfrutar o imaginar. Lugares a los que acudir para ser feliz, y así, desde esa sensación de plenitud, volcar nuestro esfuerzo en conseguir un mundo mejor para todos. Transformar el mundo de todos en un espacio apacible y acogedor. En un mundo mejor.

En cuestión de pequeños mundo,… ¡cada uno tiene el suyo!… Con estas palabras nos recibe este bonito álbum ilustrado, para ir mostrándonos, seguidamente, los diferentes mundos de los personajes. Niños capaces de conectar con aquello que les entusiasma o les fascina a través de la imaginación, la experiencia, el juego o la lectura. Pequeños mundos que nos muestran el amor por la naturaleza, la creación y la creatividad o el compañerismo y la amistad.

Mundos, esos lugares para evadirse y escaparse del resto. Espacio donde uno se encuentra a sí mismo y se siente feliz. Así nos lo hace ver la ilustración de S. Chebret, con imágenes coloridas y luminosas, y una sonrisa en el rosto de cada protagonista. Pequeños y diversos mundos, que nos viene narrando G. Collet, mostrando la riqueza interior de cada personaje y proclamando el respeto a la diversidad.

Pequeños mundos termina con una coma, en las antípodas del punto final. ¿Una errata? Acaso, pero yo sigo pensando en el dinamismo que implica el plural, la pequeña ese final. Así, terminar con una coma podría ser una invitación a añadir nuevos pequeños mundos, para que el lector añada a la historia el suyo propio y, entre todos, construir uno mejor.