Zampalabras

Zampalabras

Javier Fonseca (Texto), Juan Berrio (Ilustración). Zampalabras. Madrid: Nórdica Libros, 2018, 48 pp.

¡Cuidado, amantes de las letras! Poned a salvo vuestros libros, a resguardo las joyas literarias. Y, es que se dice, se rumorea, se habla de extraños sucesos. ¡Están desapareciendo palabras! Las páginas no son las mismas, ya no son lo que eran. Las pistas, que las hay, señalan todas en la misma dirección. ¡Ha vuelto, el villano más leído!

El álbum nos presenta el intrigante misterio de la desaparición de las palabras. Sandra se encuentra ante un gran problema. En su librería, hay muchos libros que las han perdido. Páginas incompletas, mutiladas, incapaces de narrar. Pero Quique y su inseparable hurón, buscarán indicios, seguirán pistas, trazarán un plan,…No descansarán hasta dar con el malhechor.

Juan Fonseca va guiando la narración con las pocas palabras que ha logrado salvar. Situándolas en pequeñas notas. Páginas rasgadas de distintos libros, o del bloc de un detective, van mostrando y ordenando los sucesos con la lógica de un verdadero sabueso. De repente, nos vemos inmersos en una historieta policíaca, acompañando, junto al hurón, al pequeño detective en sus pesquisas. Compartiendo sus sospechas, sus hallazgos. Avanzando, sin titubeos, hasta llegar al final de la cuestión.

Pero, a pesar de llegar a resolver el caso satisfactoriamente, algo nos incita a mirar y remirar, leer y releer la historia una y otra vez. Algo llama nuestra atención. Acaso las grandes ilustraciones a doble página que desbordan nuestra mirada. ¿O será el alto gramaje? Las páginas lisas, satinadas pero pesadas, llenas de color parecen esconder algo. Así, buscando eso que no sabemos qué es, volvemos a la historia. Sin prisas, ojeándolo todo, de arriba abajo. Hojeando, adelante, atrás, fijándonos en los detalles.

La ilustración de Juan Berrio, ocupando por completo la doble página, recuerda al cómic por momentos. Cómics de detectives. Las escenas son representadas por láminas de tonos apagados, grises o verdes, que transmiten aquella atmosfera del cine negro. Con el eco de los grandes clásicos anteriores al tecnicolor, escrutamos espacios, nos detenemos en detalles a primera lectura inadvertidos.

Así, observamos las guardas, anterior y posterior. Ambas muestran a Quique, sentado en una pila de libros y rodeado de otras tantas, ensimismado en la lectura. Un verdadero devorador de libros Además, cada vez que en una escena aparece junto al Zampalabras…. no nos queda claro si los testigos ven al villano o su mirada no va más allá de las acciones de Quique. ¡¿Y los tatuajes del devorador?! ¿Y ese final, cuando parecía todo resuelto? ¿No nos está abriendo, la ilustración, la posibilidad de un thriller psicológico?, ¿uno con un solo devorador?

¿Álbum de misterio, narración policíaca, thriller psicológico? ¿Todo al mismo tiempo? Zampalabras es, ante todo, un álbum entretenido. Una obra llena de detalles, que al ser descubiertos dan pie a nuevas historias. Un cuento que habla del amor y el gusto por los libros. Un libro para devora-libros.