En el bosque

Ana María Matute (autora), Elena Odriozola (ilustradora): En el bosque. Barcelona: Libros del Zorro Rojo, 2018.

Qué idea más acertada la de Alejandro García Schnetzer: extraer un fragmento (apenas una página) del discurso de ingreso de Ana María Matute en la Real Academia de la Lengua, en 1998, para hacerlo acompañar por una colección de nueve tarjetones maravillosamente ilustrados por Elena Odriozola.
El de Matute fue un elegante y hermosísimo discurso sobre cómo el lector y el escritor se introducen en un escenario mágico cada vez que comparten las palabras escritas. Es, en sus propias palabras, “un elogio […] de la fantasía y la imaginación en la literatura”, y en esa idea el bosque llena el cuerpo central, como espacio mítico y “omniposible” de realización de todas las ideas literarias.
En su discurso completo, comienza hablando (cortesía obligada) de su predecesora en el puesto, Carmen Conde, y de su obra; pero enseguida se desliza hacia Alicia a través del espejo, la segunda parte de la clásica obra de Carroll, para vincularla a su propio itinerario como prelectora, lectora y escritora al fin. Los editores de Libros del Zorro Rojo han tenido a bien sintetizarnos algunas de estas ideas en las tres páginas de presentación del texto que incluye el librito. Porque el fragmento elegido en sí no llega a 300 palabras (¡esta reseña es más larga!)… Y en realidad cualquier pasaje del discurso, por su acierto y belleza, habría servido como extracto para hacer un libro como este; pero el bosque… es que el bosque tiene algo. Entrar en el bosque es atravesar el espejo, dice Matute. El bosque es símbolo para Matute del lugar mental donde brota toda la fantasía que desde la infancia hasta la muerte nos inunda.
El texto no sería mucho, sin embargo, sin lo que lo acompaña. El libro es en realidad una caja en la que están las páginas de Matute y además las 9 imágenes, sobre cartón, de Elena Odriozola. Y créannos, hay que detenerse en ellas, porque no son imágenes cualesquiera: ¡es un miriorama!
Son 9 escenas de bosque, en las que se muestra la fantasía de los niños jugando entre los árboles, y animales y seres de todo tipo (muchos de ellos inventados), y casas y castillos. Encontrarán en ellas infinitas alusiones a la imaginería de los cuentos tradicionales. Ilustraciones con esa tridimensionalidad plana de los tapices renacentistas, cubiertos de dorado de retablo barroco, y con escenas y personajes que van desde la edad media hasta hoy. O sea toda nuestra historia en 9 imágenes. Nosotros las plantearíamos como un puzle para los niños. Como miriorama, están realizadas de tal modo que se pueden ordenar de cualquier manera y siempre saldrán imágenes coherentes; y en cada una está (sí, en todas: descúbranla) una niña. ¿Ana María?

Sugerimos jugar a contar diferentes historias, ordenando las imágenes así o asá; jugar a busca y encuentra con los muchos seres fantásticos (¿ven al gigante?); jugar a dar nombre a los animales fabulosos que surgen al unir las tarjetas…
Venimos de leer El barón rampante, de Italo Calvino, y hace poco La práctica de lo salvaje, de Gary Sneider, y un tanto más allá Walden de Thoreau, que hoy se ha convertido en un éxito editorial… Algo tendrán los bosques de cronotopo al que queremos volver, ahora que su recuperación completa, en el mundo real, casi se da por imposible. Este libro-caja sorpresa nos lleva de la mano por dicho camino de retorno y de encuentro con el bosque, o sea, la imaginación.